Koldo, amigo, al llegar a tu gabinete me desnudo de la ropa y en seguida tú me desnudas de la piel. Tus manos de alfarero me van despojando de lo que traigo conmigo y me moldean como arcilla remojada y tierna.
También me siento como quien descorteza un leño: con experta mano me vas pelando de lo que me envuelve hasta que aparece el liso palpitar de la madera blanca y alisada por tus manos.
Mi cuerpo se va dejando hacer, lo relajas, aunque mi yo sigue alerta: mi interior consciente vibra, pero está muy consciente de lo que me haces sentir con cada pase de tus manos, de tu antebrazo de tus dedos hábiles.
Poco a poco me voy sintiendo un peso muerto sobre la camilla en la que estoy tendido boca abajo… de cuando en cuando me brota de adentro un gemido de soltarme un poco más, un respirar más hondo cuando siento que las tensiones musculares desaparecen… se van afinando como las cuerdas de una guitarra.
A veces creo flotar cuando presionas las teclas de mi geografía corporal y me sueltas de mí mismo, aunque como un bajo continuo, sigo sonando con cierto apremio al ritmo con el que me haces vibrar… Al subir y bajar de tus manos por mi piel oigo una música reglada por tu contacto más íntimo…
Pero sigo oponiendo una tenue resistencia muscular que se va deshaciendo cuando presionan y recorren tus manos el dorso de mis piernas, los muslos, glúteos y dorsales, que se acoplan a tus movimientos y se ritman a tus roces tan sabios de terapias ancestrales. Me vas despojando de mi control consciente, mis sentidos se rinden a tu masaje constante y repetido.
Y, cuando acabas con tu tarea táctil y me indicas que haga una respiración más profunda para darme la vuelta… es como si me despojaras de mi recato y me tengo que doblar sobre mi cuerpo un instante… para ofrecerme boca arriba sin reserva, limpiamente.
Ahora la contienda no es con mi cuerpo ofrecido sino con mi voluntad, con mi deseo. Me sé tan vulnerable y sereno ante tu mirada, que tus manos tienen que despojarme de nuevo y abandonarme a tu entera voluntad.
La relajación de antes se hace intensificación de mis sentidos y aumenta una sensualidad retenida que se hace palpable en mi respiración y, por momentos, en mi excitación que se descontrola…
Y el duelo entre tus hábiles manos que me tocan, me cambia la dirección y me hace subir a un lugar y un tiempo desconocidos.
Es una llamada definitiva a la rendición más absoluta y más plena en el deseo tan opuesto de salir de mí mismo y de verme desde fuera del cuerpo material en un cuerpo astral, simbólico, como si me separaras de la gravedad y pudiera flotar ingrávido y sin límites…
Y otra vez, como un sacerdote del arcano, me vas volviendo en mí y depositando sobre mis límites corporales… me vas recuperando de lo que soy liberado de mi voluntad y entregado a un fluir espiritual que me devuelve a una conciencia limpia y renovada.
Y, entonces, como un eco de mi propio nuevo ser me sugieres:
“Expresa en pocas palabras cómo te sientes ahora…”
Y, torpemente, digo algo que no acierta a expresar mi agradecimiento por este tránsito interior, tan extraño, que me regalan tus sabias manos..
Comentarios recientes